¡Qué suerte podernos volver a mirar directamente a los ojos!

Después de tantas semanas viéndonos sólo a través de pantallas, hacer visitas a domicilio ha sido una experiencia muy positiva: manteniendo siempre las distancias y condiciones de seguridad, por fin hemos podido volver a hacer aquello tan sencillo de mirar a los ojos! Con aquellos nervios de reencontrarse alguien que hace tiempo que no ves, cada visita hemos experimentado unas sensaciones de alegría, inquietud, ilusión, timidez... Son momentos muy importantes para continuar fortaleciendo relaciones y vínculos y evitar que estén #pendiendodeunhilo.

No es fácil abrir las puertas de su casa y, una vez más, las familias nos acogen de la mejor manera.

Estas visitas son una oportunidad para que las familias puedan compartir de manera más personal angustias y miedos de la situación actual, inquietudes para saber cómo afectará este periodo al ritmo escolar de los hijos e hijas, transmitir las alteraciones de los ritmos y rutinas, reconocer el desconocimiento tecnológico y dedicar tiempo para asegurar un buen funcionamiento de los dispositivos, entre otros.

Una experiencia que provoca muchas emociones

Como equipo educativo debemos reconocer que pasar a hacer acciones más de carácter asistencial con los repartos de recursos básicos y dispositivos tecnológicos nos está generando emociones contrapuestas. Pero es cierto que si no hubiera sido por eso quizás no nos hubiéramos visto hasta más tarde. Así que a pesar de la preocupación e inquietud por las familias que sufren que nos deja cada visita, nos quedamos con la alegría de vernos y el agradecimiento tierno de las familias hacia nosotros (profesionales, voluntariado, socios, donantes, colaboradores...) porque seguimos estando allí. Y también con la tarea pendiente de, poco a poco, volver a enfocar nuestra acción hacia un acompañamiento educativo más empoderador.