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Vero

La entrevista: Verònica Perea

Aquí les enseñáis muchas más cosas de las que imaginamos.

VERÓNICA PEREA MONTALVEZ, 33 años. Nacida en Santa Coloma, se trasladó al barrio de San Roque con 17 años. Luego se instaló en Llefiá, donde vive actualmente con sus dos hijos.

Me ilusiona poder hacer esta entrevista a “la Vero”, así es como la llamamos. La conozco desde que empecé a trabajar en la Fundación y el equipo la queremos mucho!

Buenos días, Vero. Como vecina de Llefiá, ¿qué es lo que más te gusta del barrio? ¿Os relacionáis con los vecinos y hacéis vida de barrio?

Yo sí. A mí me gusta hablar con la gente que es de toda la vida. Me muevo y compro por el barrio, y me relaciono con los vecinos.

¿Conoces los recursos del barrio? ¿Nos puedes decir alguno que crees que es interesante a nivel familiar?

Conozco algunos recursos. Por ejemplo, yo participo en el ISOM, a una terapia familiar para madres con hijos adolescentes. Además, el instituto también me derivó a otro recurso donde trabajamos la relación con nuestros hijos. Sé que también hay otros espacios en el barrio pero yo no voy a ninguno más.

¿Qué se puede hacer un fin de semana en el barrio? ¿Crees que hay suficientes actividades para las familias?

Nada. En mi opinión no hay nada. Los parques que hay tienen poca cosa y, además, en mal estado. Prefiero quedarme en casa, haciendo cosas. O quedar con una amiga y me bajo a hablar a la calle, pero no hay ningún atractivo en el barrio.

Dinos cuáles son los tres problemas más graves que, en tu opinión, hay en el barrio.

La seguridad. No me parece un barrio seguro.

La convivencia. La gente no respeta nada y hay poca educación.

La vivienda. En mi barrio no suelen haber pisos ocupados, pero hay problemas de vivienda. Los pisos están muy caros y hay pocos pisos en alquiler.

El trabajo. Existen muchas familias que no tienen trabajo.

Las drogas. Todos sabemos que existe mucho consumo de droga y venta. E incluso la policía sabe quiénes son y por dónde se mueven, pero no hacen nada. Lo sé yo que casi no me muevo, así que segurísimo que ellos son conscientes.

Como madre de un hijo adolescente, ¿es muy diferente la adolescencia de la etapa anterior? ¿Qué es lo que más cambia?

Uff, y tanto. Hay un montón de diferencia. Los jóvenes contestan mucho, faltan el respeto, las chicas son muy descaradas y visten con poca ropa. Antes se respetaba mucho a las personas mayores y eso ahora no existe. Además, los niños están tan protegidos con el tema del maltrato, que ahora no puedes decirles según qué cosas porque enseguida son ellos mismos los que te dicen “te denuncio”.

¿Crees que con los hijos adolescentes se puede hablar de cualquier tema?

Sí, pero personalmente con mi hijo no hablo de todos los temas. De sexualidad me da vergüenza hablar con él, pero de otros temas sí que hablamos.

Cuando piensas en el futuro de tus hijos, ¿qué te da más miedo o te hace más ilusión?

Lo que más miedo me da es que yo me muera y se queden solos. Y además mucho miedo como está todo. Está el mundo muy mal. Por la calle yo no voy tranquila y yo siempre había sido muy “echá palante”.

¿Crees que es cierto el mito de “el adolescente rebelde”?

Yo creo que el 90% sí.  Quizá sean las hormonas que están revolucionadas.

¿Qué crees que necesitan los adolescentes en el barrio? ¿Lo tienen o dónde lo pueden encontrar?

Yo creo que faltan muchas cosas, pero no sé dónde las pondría. Me da rabia que se hagan cosas y a la semana la gente las destruya. No sé si nos merecemos que haya más cosas, sino sabemos cuidarlas.

¿Cuántos años hace que nos conoces, Vero?

Pues Antonio tenía seis años cuando llegamos a la Fundación y ahora tiene 12 años y está en secundaria.

¿Crees que tu vida ha cambiado en algo desde que estás en la Fundación?

Sí. Sobre todo cuando llegué a la Fundación, llegué muy mal y aquí se me ofreció todo tipo de apoyo. Era lo que más necesitaba, porque no tenía a nadie y me cambió la vida. Todos mis problemas los compartía con vosotras. Como anécdota, se nos rompió la caldera y, aunque no se enteró nadie, mi hijo venía aquí a ducharse. Y siempre que hemos tenido algún problema vosotros habéis estado ahí.

Tengo muchos recuerdos vuestros y os echo mucho de menos (nos caen lágrimas recordando viejas historias). Echo mucho de menos esto. El venir aquí, saludar a una y a la otra, colaborar en alguna actividad, torrar castañas, venir a las charlas… En navidades estaba sola en casa con mi hijo y no me sentía tan sola porque vosotras organizabais la fiesta de Navidad y yo participaba. Habéis sido como una familia para mí y a mí me ha ayudado mucho esto, de verdad.

Ahora estando en el proyecto de secundaria todo eso lo he perdido y lo añoro.

¿En qué dirías que ha cambiado?

Bueno, la Fundación ha crecido mucho. También con el paso del tiempo ha habido muchos cambios de educadoras. Lo valoro positivamente pero ahora Antonio es mayor y las actividades que se proponen con familias son distintas.

¿Qué crees que puede aportaros A100 en esta etapa actual de la adolescencia?

Todavía no le he visto el color. Antonio ha empezado este año y con los cambios que ha habido de educadores, no me he podido enganchar ni vincular mucho al proyecto.

Pero en principio se supone que A100 será muy positivo para los jóvenes. Les ayudará a tener más seguridad, a estar más motivados, más centrados y a mejorar los resultados. ¡Eso espero!

¿Qué crees que buscan las madres cuándo llegan aquí?

Pues según la madre. Pero la mayoría lo que quieren es que ayudéis a sus hijos a hacer los deberes porque ellas no saben hacerlo.

Y ¿crees que es eso lo que les aporta a las familias?

Sí. A los niños les aporta el que no estén en la calle y ayudarles en los estudios, a convivir con otros niños de otras culturas.

Y a los padres les va bien porque saben que sus hijos están recogidos, no están en la calle y les estamos ayudando no sólo con los deberes sino a ser mejores personas.

Como anécdota recuerdo que a Antonio le sorprendió mucho un niño que cuando empezasteis con el cepillado de los dientes, dijo que era la primera vez que se los lavaba. Me lo explicó y a mí también me chocó. Así que aquí les enseñáis muchas más cosas de las que imaginamos.

Si fueras tú la responsable de tener que pensar el trabajo que hacemos con las familias… ¿qué harías? ¿Por dónde empezarías?

Pues miraría bien, bien, bien, qué niños hay por la calle y quienes realmente quieren venir aquí. Y los que están aquí y no valoran la ayuda que les hacéis, pues que dejaran el centro. Sí, sí, me iría a dar vueltas por la calle y hablaría con los niños para ver si les podríamos ayudar en nuestro centro.

Estaría bien potenciar los encuentros entre familias, yendo a su casa y mientras tomamos un café hablar de nuestras cosas.

Una visión de futuro, Vero. ¿Cómo te ves dentro de unos años? ¿Qué te gustaría hacer?

En un futuro no muy lejano me veo trabajando, con un coche mejor y sin los problemas que tengo con el piso. Con más estabilidad en mi vida. Pero si pienso en un futuro-futuro, me veo viviendo en un pueblecito de Andalucía, con una casita blanca, saliendo a la calle con mi silla a hablar con los vecinos. Eso me encantaría.

Si dentro de unos años mirases atrás, ¿qué te haría sentir satisfecha?

Que haya mejorado nuestra vida. Que nuestra situación familiar hubiera cambiado para mejor en todos los sentidos.

Y para terminar, recuerdo la relación tan especial que tenías con Joan, el voluntario que se encargaba de cada tarde recibir a los niños en nuestro centro y que seguramente ayudó a tu hijo a leer. ¿Cómo crees que te han marcado las personas de la Fundación?

A mí me han marcado mucho dos personas. Ana (la Andaluza) y Lola.  En ellas encontré un gran apoyo y son unas personas muy importantes para mí. Ellas son profesionales, pero también hice un par de amistades en la Fundación con las que sigo manteniendo relación. Elvira y Luisa, grandes amigas.